domingo, 12 de agosto de 2007

Creaciones Postergadas

Escribo sin saber cuál es la siguiente palabra. Mis dedos se deslizan sobre el teclado, lo acarician, lo recorren, creando su propio sendero, dando cuenta de (o mejor dicho, dando palabras a) su propia interpretación de los eventos. Desconozco lo que ellos van a decir. Me detengo a contemplar su creación una vez que ha sido creada. Mi escritura es un juego entre mano y visión, un juego del cual desconozco las reglas mas aún así lo juego e incluso me considero un hábil jugador. Escribo, busco en mi mente las palabras, pero no las encuentro. Mi cuerpo las escribe. Precisamente, ¿quién mejor que mi cuerpo, quien ha vivido, quien ha retenido todo lo vivido – desde aquella vieja remera (ícono de los 90, que luego fuera regalada a un amigo), las miradas infinitas (aún hoy persisten), las lágrimas atragantadas (sofocadas por mi ser fuertemente racional), los besos que no fueron (y los que quedaron a medias) – quién mejor que él, mi cuerpo, entonces, para dar existencia a estos fantasmas, a estas imágenes que me azotan y no permiten respirar?

Escribo. Exijo respuestas que se me escapan. Exijo respuestas a mi cuerpo: a mis manos, a mis piernas, a mi vista y oído, al dedo gordo de mi pie derecho, a mis inusuales orejas. Exijo respuestas. Y mientras escribo, caigo en la cuenta de que es hora de reformular las preguntas, que durante años he buscado las respuestas a preguntas que no existían. Es tiempo de cambiar las preguntas, de crear un mundo a mi medida. Gracias cuerpo por hacerme dar cuenta de ello.

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